El hambre en el mundo tiene causas políticas y las medidas para superarlo deben estar basadas en la justicia y la verdadera solidaridad y no en un asistencialismo perverso
Se entiende como la facultad de cada Estado para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria. Ello implica la protección del mercado doméstico contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica del dumping (venta por debajo de los costos de producción) .
«La soberanía alimentaria es el DERECHO de los pueblos, comunidades y países a definir sus propias políticas agrícolas, pesqueras, alimentarias y de tierra que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias únicas. Esto incluye el verdadero derecho a la alimentación y a producir los alimentos, lo que significa que todos los pueblos tienen el derecho a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, y a la capacidad para mantenerse a sí mismos y a sus sociedades» (Foro de ONG/OSC para la Soberanía Alimentaria de Roma).
Aumentar la producción de alimentos para superar el hambre es una falsa verdad. Esa lógica produjo más hambre y benefició a las empresas con mayores ganancias, las agroindustrias; quienes a través de la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial pretenden el control total de las cadenas alimentarias.
Los cultivos transgénicos, los agrocombustibles, amenazan día a día nuestra soberanía alimentaria y afectan seriamente la economía de los pueblos. El método de producción agrícola sostenible ha sido sustituido por un método de producción comercial, planteado por las grandes trasnacionales.
Las políticas neoliberales impuestas dedican una mayor cantidad de tierras y recursos a la producción de monocultivos para la agro- exportación que para producir alimentos para el pueblo.
En los barrios de las ciudades ya casi no se produce y la calidad de los alimentos que se consumen depende del precio.
Exigimos un cambio de modelo contrario a los agro-negocios, un modelo que privilegie la agricultura comunitaria en los territorios, distribuyendo las tierras que están en manos de los que más tienen y menos producen para alimentar a los pueblos; facilitando el acceso al agua para todos y la apertura y mantenimiento de los caminos para el traslado de la producción.
El problema no es de producción de alimentos, sino de cómo se producen, quién los produce, cómo se distribuyen y cómo se tienen acceso a los mismos.
Para nosotros y nosotras, la SOBERANÍA ALIMENTARIA es el derecho que tiene cada estado y cada pueblo a la alimentación y a definir su modo de producción de alimentos de acuerdo con sus propias necesidades, dando prioridad a las economías y mercados locales y fortaleciendo la agricultura comunitaria. Alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles y producidos de forma sostenible y ecológica.
El deber de los Estados es definir sus propias políticas sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos garantizando el derecho a la alimentación para toda la población con base a la pequeña y mediana producción, respetando sus culturas y diversidad, facilitando canales de difusión y de comercialización de las producciones, priorizando la compra de alimentos a las organizaciones en vez de a grandes empresas, promoviendo en las escuelas espacios de concientización y de formación en el derecho a la alimentación.
Proponemos fortalecer la producción comunitaria de alimentos sanos y exigimos una política integral.
BASTA DE MONOPOLIOS Y DE INTERMEDIARIOS EN LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS.
La tierra, el agua y los bienes naturales deben cumplir una función social, en manos de comunidades campesinas, indígenas y urbanas que produzcan alimentos para los mercados locales y no forraje para los animales del 1º mundo.
Para que este derecho sea realidad es indispensable la defensa de los territorios. No entendemos al territorio sólo como un espacio físico sino también como aquel lugar que abarca toda nuestra cultura, valores, memoria; donde viven los saberes y conocimientos sobre el manejo, uso y protección de nuestra madre tierra, de la biodiversidad, de los bienes naturales que nuestros antepasados nos han dejado y que nosotros seguimos defendiendo.
Hacer realidad la SOBERANÍA ALIMENTARIA es aquello que hacemos cotidianamente: preservar nuestras semillas originarias, valorar a las mujeres como guardianas de las semillas en la historia de los pueblos. Cuidar nuestras aguas y bosques, nuestra biodiversidad. Encontrar nuestra capacidad de producir alimentos también en la ciudad, capacidad que nos fueron quitando, que nos fueron negando.
Promover las ferias y los intercambios de la producción, exigir precios justos a nuestros productos, recuperar las comidas propias.
Seguir formándonos, movilizarnos, articular y construir alianzas, participar y fortalecer nuestras prácticas y nuestra organización.
SOBERANÍA ALIMENTARIA ES VOLVER A REENCONTRARNOS CON NUESTRA MADRE TIERRA en solidaridad con otros y otras en el campo y en la ciudad.
Resistimos contra aquellos que destruyen la producción de alimentos de base campesina y los mercados locales, contra aquellos que aniquilan la soberanía alimentaria y nos vuelven dependientes de compañías multinacionales. La agudización de la crisis climática, el alza en el precio de los alimentos y el aumento del hambre confirman la importancia de esta lucha.
Hoy, nos pronunciamos nuevamente en contra del modelo capitalista responsable del hambre en el mundo, el modelo de la agroindustria, la agro-exportación, el patentamiento de las semillas, la degradación de los suelos, el saqueo de los bienes naturales, la contaminación de las aguas, la comida chatarra en las ciudades, el consumismo, el enriquecimiento de unos pocos, el uso de agro-tóxicos, la fumigación de los territorios.
Ante este modelo, la agricultura rural-urbana es la única alternativa para superar el hambre y para visualizar otro modo de vivir, el buen vivir. La soberanía alimentaria nos aporta la esperanza y el poder para conservar, recuperar y desarrollar nuestro conocimiento y nuestra capacidad para producir alimentos basados en la cooperación, la integración y el diálogo con la naturaleza.
La única forma de cuidar nuestro planeta es sosteniendo una producción orgánica y ecológica, la que hacemos día a día los campesinos, los indígenas y los barrios de las ciudades.
Fuente: http://www.mnci.org.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=13&Itemid=10