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Alternativas al consumo

Opciones para desconsumir

No se trata simplemente de ahorrar, sino de evitar despilfarrar nuestro dinero dándoselo a grandes empresas, cuando podemos perfectamente obtener lo mismo con otros circuitos alternativos a los comerciales. Iniciamos con este post una serie de recomendaciones para conseguir lo que necesitamos sin comprarlo necesariamente:

  • ¿Realmente lo necesito?

Esta debería ser la primera reflexión previa a todo acto de compra. ¿De verdad necesito lo que voy a comprar? Y en tal caso, ¿qué precio estoy dispuesto a pagar y por qué? A menudo nos engañan con productos de diversas calidades y nos aseguran que es preferible gastar más dinero en una gama cara por su durabilidad, sus prestaciones… Cuando en realidad no hay más que una imagen de marca, teniendo en cuenta que en multitud de ocasiones es la misma firma la que produce la marca blanca más barata.

  • ¿Puedo pedírselo a un amigo, vecino o conocido?

Es sorprendente la cantidad de veces que compramos algo que vamos a usar apenas un par de veces, cuando en realidad podemos pedirlo prestado.

  • Webs de venta de artículos de segunda mano 

En internet podemos acceder a una amplísima oferta de páginas gratuitas donde los particulares ponen anuncios para vender directamente todo tipo de bienes: SegundamanoTablondeanunciosMilanunciosCasinuevo o cualquier otra que podamos googlear son un buen punto de partida para comparar precios(buscar opciones para tu país en el buscador y si no existe crearla).

  • Otra opción es el trueque

En Google podemos encontrar decenas de páginas de anuncios sobre trueque, si no tenemos cerca un amigo o conocido que tenga lo que necesitamos.

Con lemas como “tu basura es el tesoro de otro”, se proponen regalar todo aquello que tenemos en casa acumulando polvo o de lo que nos queremos desprender. Normalmente son grupos o foros abiertos en los que podemos ver todos los artículos que nos pueden regalar sin tener que pagar.

  • Si lo que necesitamos no es un bien sino un servicio, podemos recurrir a la nueva modalidad de Bancos de Tiempo 

Lejos de estar controlados por empresas privadas, suelen ser asociaciones de vecinos o fundaciones que tratan de evitar el dinero de la siguiente forma: Imaginemos que yo puedo dar clases particulares, así que me apunto en el banco de tiempo y, además de proporcionarme una cierta publicidad entre los vecinos, cuando imparta una hora de clase, podré cambiarla por una hora de, por ejemplo, el trabajo de un fontanero igualmente inscrito en el banco de tiempo. De nuevo los buscadores pueden ofrecernos los más cercano.

Además de ayudarnos a ahorrar, nos ayudan a relacionarnos con más gente, en lugar de simplemente ir al mercado, comprar y volver a casa.

Fuente http://elrevesdelatrama.wordpress.com/2011/01/02/desconsume-alternativas-al-consumo-1/

Red Tacurú

QUÉ ES LA RED TACURÚ

TACURÚ, Red de Economía Solidaria es una herramienta de organización y discusión colectiva.

>> Surge de la iniciativa de un grupo de organizaciones de trabajadores desocupados, trabajadores autogestionados, movimientos campesinos, grupos de estudiantes y graduados, entre otros, que en forma articulada buscan dar respuesta al problema de la comercialización de sus producciones y servicios, promoviendo la organización de un consumo responsable.

>> Es un espacio abierto para el encuentro entre productores y consumidores en busca de construir lazos de economía social solidaria.

Hay tres principios que se impulsan desde la Red Tacurú:

>>> Trabajo digno y autogestivo
>>> Producción ecológica
>>> Elaboración sana

 

OBJETIVOS DE LA RED TACURÚ

·         Fortalecer el trabajo digno y autogestivo, la producción ecológica y la elaboración sana y artesanal.

·         Construir vínculos sociales de confianza, solidarios e igualitarios.

·         Promover el encuentro directo entre productores y consumidores, evitando intermediarios innecesarios.

·         Fomentar la organización para un consumo responsable, a través de la organización de núcleos de consumo.

·         Reflexionar sobre cómo, quiénes y bajo qué condiciones se produce lo que consumimos.


>> La red como proyecto político nace de las propias prácticas solidarias ya existentes en las organizaciones que la conforman, que son la
expresión de otra forma posible de relacionarnos.

>> La Red Tacurú, como otras experiencias de la economía solidaria, plantea una forma alternativa de organizarnos (ya sea para producir,
intercambiar o consumir) basada en valores como la solidaridad, la equidad, la confianza y el respeto por la naturaleza y el medio ambiente
en que vivimos.

>> Uno de los objetivos principales de la Red Tacurú es la comercialización de los productos y servicios de las organizaciones que la
integran. Pero la Red no se reduce a ello sino que apunta a la construcción de un proyecto político de economía alternativa y transformación
social basado en criterios de economía solidaria.

>> Como una herramienta de discusión y organización colectiva la Red Tacurú plantea como indispensable la reflexión y discusión en
torno al nuestras prácticas, fortaleciendo la generación de un consumo crítico y responsable.

>> La propuesta es que todos aquellos que estén interesados en apoyar este tipo de experiencias y consumir estos productos, se organicen y
puedan hacerlo a través de la Red Tacurú.

Para ingresar a la red:  http://www.redtacuru.com.ar

 

Soberanía Alimentaria

El hambre en el mundo tiene causas políticas y las medidas para superarlo deben estar basadas en la justicia y la verdadera solidaridad y no en un asistencialismo perverso

 

 

Se entiende como la facultad de cada Estado para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria. Ello implica la protección del mercado doméstico contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica del dumping (venta por debajo de los costos de producción) .

«La soberanía alimentaria es el DERECHO de los pueblos, comunidades y países a definir sus propias políticas agrícolas, pesqueras, alimentarias y de tierra que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias únicas. Esto incluye el verdadero derecho a la alimentación y a producir los alimentos, lo que significa que todos los pueblos tienen el derecho a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, y a la capacidad para mantenerse a sí mismos y a sus sociedades» (Foro de ONG/OSC para la Soberanía Alimentaria de Roma).

Aumentar la producción de alimentos para superar el hambre es una falsa verdad. Esa lógica produjo más hambre y benefició a las empresas con mayores ganancias, las agroindustrias; quienes a través de la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial pretenden el control total de las cadenas alimentarias.

Los cultivos transgénicos, los agrocombustibles, amenazan día a día nuestra soberanía alimentaria y afectan seriamente la economía de los pueblos. El método de producción agrícola sostenible ha sido sustituido por un método de producción comercial, planteado por las grandes trasnacionales.

Las políticas neoliberales impuestas dedican una mayor cantidad de tierras y recursos a la producción de monocultivos para la agro- exportación que para producir alimentos para el pueblo.

En los barrios de las ciudades ya casi no se produce y la calidad de los alimentos que se consumen depende del precio.

Exigimos un cambio de modelo contrario a los agro-negocios, un modelo que privilegie la agricultura comunitaria en los territorios, distribuyendo las tierras que están en manos de los que más tienen y menos producen para alimentar a los pueblos; facilitando el acceso al agua para todos y la apertura y mantenimiento de los caminos para el traslado de la producción.

El problema no es de producción de alimentos, sino de cómo se producen, quién los produce, cómo se distribuyen y cómo se tienen acceso a los mismos.

Para nosotros y nosotras, la SOBERANÍA ALIMENTARIA es el derecho que tiene cada estado y cada pueblo a la alimentación y a definir su modo de producción de alimentos de acuerdo con sus propias necesidades, dando prioridad a las economías y mercados locales y fortaleciendo la agricultura comunitaria. Alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles y producidos de forma sostenible y ecológica.

El deber de los Estados es definir sus propias políticas sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos garantizando el derecho a la alimentación para toda la población con base a la pequeña y mediana producción, respetando sus culturas y diversidad, facilitando canales de difusión y de comercialización de las producciones, priorizando la compra de alimentos a las organizaciones en vez de a grandes empresas, promoviendo en las escuelas espacios de concientización y de formación en el derecho a la alimentación.

Proponemos fortalecer la producción comunitaria de alimentos sanos y exigimos una política integral.

BASTA DE MONOPOLIOS Y DE INTERMEDIARIOS EN LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS.

La tierra, el agua y los bienes naturales deben cumplir una función social, en manos de comunidades campesinas, indígenas y urbanas que produzcan alimentos para los mercados locales y no forraje para los animales del 1º mundo.

Para que este derecho sea realidad es indispensable la defensa de los territorios. No entendemos al territorio sólo como un espacio físico sino también como aquel lugar que abarca toda nuestra cultura, valores, memoria; donde viven los saberes y conocimientos sobre el manejo, uso y protección de nuestra madre tierra, de la biodiversidad, de los bienes naturales que nuestros antepasados nos han dejado y que nosotros seguimos defendiendo.

Hacer realidad la SOBERANÍA ALIMENTARIA es aquello que hacemos cotidianamente: preservar nuestras semillas originarias, valorar a las mujeres como guardianas de las semillas en la historia de los pueblos. Cuidar nuestras aguas y bosques, nuestra biodiversidad. Encontrar nuestra capacidad de producir alimentos también en la ciudad, capacidad que nos fueron quitando, que nos fueron negando.

Promover las ferias y los intercambios de la producción, exigir precios justos a nuestros productos, recuperar las comidas propias.

Seguir formándonos, movilizarnos, articular y construir alianzas, participar y fortalecer nuestras prácticas y nuestra organización.

SOBERANÍA ALIMENTARIA ES VOLVER A REENCONTRARNOS CON NUESTRA MADRE TIERRA en solidaridad con otros y otras en el campo y en la ciudad.

Resistimos contra aquellos que destruyen la producción de alimentos de base campesina y los mercados locales, contra aquellos que aniquilan la soberanía alimentaria y nos vuelven dependientes de compañías multinacionales. La agudización de la crisis climática, el alza en el precio de los alimentos y el aumento del hambre confirman la importancia de esta lucha.

Hoy, nos pronunciamos nuevamente en contra del modelo capitalista responsable del hambre en el mundo, el modelo de la agroindustria, la agro-exportación, el patentamiento de las semillas, la degradación de los suelos, el saqueo de los bienes naturales, la contaminación de las aguas, la comida chatarra en las ciudades, el consumismo, el enriquecimiento de unos pocos, el uso de agro-tóxicos, la fumigación de los territorios.

Ante este modelo, la agricultura rural-urbana es la única alternativa para superar el hambre y para visualizar otro modo de vivir, el buen vivir. La soberanía alimentaria nos aporta la esperanza y el poder para conservar, recuperar y desarrollar nuestro conocimiento y nuestra capacidad para producir alimentos basados en la cooperación, la integración y el diálogo con la naturaleza.

La única forma de cuidar nuestro planeta es sosteniendo una producción orgánica y ecológica, la que hacemos día a día los campesinos, los indígenas y los barrios de las ciudades.

Fuente: http://www.mnci.org.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=13&Itemid=10

El cuento de la economía verde

Capitalismo verde: Una «nueva mirada estratégica» ofreciendo lo mismo de siempre

 

El capital necesita hacer un ajuste ecológico o verde, pues ha tenido que reconocer los enormes impactos ambientales generados por su modo de acumulación y por la ideología del progreso que impulsa. Y lo hace porque los impactos también lesionan sus posibilidades de acumulación. El término con el que se entiende aquí de manera amplia esta variación o ajuste verde del capitalismo será capitalismo verde y hace referencia a una etapa del capital en la que se considera el mercado como el principal medio para responder a la crisis ambiental global.

¡Girasoles!, ¡osos, iguanas, animales exóticos!, ¡árboles, hojas o gotas de agua..!, son hoy imágenes recurrentes en propagandas de grandes empresas y de organizaciones que buscan mostrar ante la opinión un gran interés por las problemáticas ambientales y el futuro que le depara a la humanidad, a la vez que ocultan la realidad de una sociedad altamente consumista e inequitativa y los impactos socioambientales de la producción del capital.

Más allá del efecto que buscan, conviene mirar a qué responde ese andamiaje comunicativo. El capital necesita hacer un ajuste ecológico o verde, pues ha tenido que reconocer los enormes impactos ambientales generados por su modo de acumulación y por la ideología del progreso que impulsa (Gudynas, 2010). Y lo hace porque los impactos también lesionan sus posibilidades de acumulación.

El ajuste consiste en integrar la naturaleza y los seres como bienes escasos en el campo de los valores de uso, capitalizando (1) así las condiciones de producción para permitir la sostenibilidad del capital (O’Connor, 1994). Es decir, ya no se utilizan solamente como simples fuerzas productivas.

El término con el que se entiende aquí de manera amplia esta variación o ajuste verde del capitalismo será capitalismo verde y hace referencia a una etapa del capital en la que se considera el mercado como el principal medio para responder a la crisis ambiental global. ¿De qué manera? Integrando consideraciones ambientales en la economía y los procesos de producción y creando nuevos mercados, denominados verdes y limpios, ello para permitir la reproducción del capital y una salida a la crisis económica y energética, sin alterar las relaciones sociales y de producción del sistema capitalista.

El capitalismo verde se puede asimilar con lo que Escobar (1996) describe como la forma postmoderna del capital ecológico, refiriéndose con esta noción a la conquista semiótica de la naturaleza y la vida que posibilita el uso sostenible y racional del medio ambiente; o con el capitalismo benévolo de Gudynas (2010), que a través de “ajustes” ecológicos busca integrar la naturaleza en el mercado, mientras mantiene un modelo extractivista con profundos impactos sociales y ambientales. Gudynas advierte que ese capitalismo no niega sus impactos, ese no es su propósito; lo que pretende es sí “administrarlos”, compensarlos o amortiguarlos con programas sociales que permitirán legitimar el modelo y apaciguar la protesta social.

En este texto se verá entonces el capitalismo verde desde los diferentes “ajustes verdes” que pone en marcha el capital para resolver las siguientes necesidades de su proceso de expansión: limpiar la imagen de las tradicionales formas de explotación del capitalismo cuestionadas por sus impactos sociales y ambientales; concebir nuevos fundamentos para el modelo de crecimiento económico y así mantener vigente el paradigma del desarrollo, el cual se encuentra en crisis ante la incapacidad de responder a problemas ambientales generados por el mismo y a una mayor crisis civilizatoria que lo desborda; garantizar una mayor cantidad de recursos naturales y servicios ambientales para la reproducción del capital; y apaciguar la creciente protesta social y resistencia ligadas a las luchas por el agua, la soberanía alimentaria, la diversidad y la defensa del territorio.

El despliegue de los ajustes del capital se enmarca en la tendencia de dominar con sus leyes todo lo que pueda: eso implica ver la naturaleza, la diversidad o el conocimiento ancestral como nuevas formas susceptibles de ser explotadas, creadoras de ganancia y determinadas por el mercado. Un claro ejemplo de ello es el Pacto Verde Mundial promovido por el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) en 2008, producto de una iniciativa para, promover un plan global para una “revolución industrial verde” que incentive las inversiones en una nueva generación de activos, como los ecosistemas, las energías renovables, los productos y los servicios derivados de la diversidad biológica, las tecnologías para el manejo de productos químicos y residuos, así como de mitigación del cambio climático y las “ciudades verdes” (edificios, construcciones y sistemas de transporte inocuos para el ambiente) (Cepal, 2010: 59).

En esta dinámica han surgido distintas categorías como: “crecimiento verde”, “ambientalismo de mercado”, “marketing verde”, “industrias verdes”, “economía verde”, entre otras, que hacen referencia a aspectos específicos del capitalismo verde, pero su expresión global y hegemónica se encuentra representada en los acuerdos promovidos en la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones sobre Cambio Climático) (2) y en las medidas adoptadas por corporaciones, organismos multilaterales e instituciones financieras en relación a estos.

 

Es por ello que resulta importante identificar ¿cuáles son los caminos que toma el capitalismo verde para hacerse real y adquirir forma?, pasando de un discurso que maquilla la privatización del agua o la biodiversidad a una transición hacia nuevas tecnologías, formas de extractivismo cobijadas por perspectivas de desarrollo “limpias” y nuevos mercados con complejas formas de regulación que definen una “gestión” o “manejo” ambiental a partir de mecanismos financieros.

Para responder esta pregunta, se caracterizará la estrategia que viene implementando el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) en materia de cambio climático, dado que su enfoque, estrategia y operaciones permiten identificar tanto la expresión global de dicho ajuste, como también el papel que desempeñan los gobiernos nacionales, el sector privado, la banca y sectores de la sociedad civil de América Latina en el proceso de capitalización de la naturaleza y de puesta en marcha del ajustes verde en diferentes ámbitos (político, económico, técnico, financiero, institucional, etc.).

 

De acuerdo a esto se verá cómo la economía del cambio climático y el desarrollo bajo en carbono representan la expresión global del ajuste verde de los marcos políticos y económicos que permiten responder a las necesidades del capitalismo en su expansión y que son a su vez el marco de la estrategia aplicada por el BID en cambio climático. Estrategia que requiere contar con marcos de regulación internacionales que faciliten la canalización de recursos financieros hacia los países de la región latinoamericana, razón por la que se define un alto interés en la adopción de un acuerdo vinculante en la CMNUCC que de mayor fuerza al desarrollo de reformas políticas, legales, comerciales y financieras y de capacidades técnicas e institucionales que den mayor dinamismo a los mercados del cambio climático en la región.

Por último, se tratarán operaciones del BID que hacen concreta su estrategia en cambio climático, la cual tiene paralelos con los programas de ajuste estructural de finales de los 70 (Garzón, 2010), caracterizados por, el fortalecimiento del sector privado; el diseño de una arquitectura institucional a nivel de país que permita la aplicación de las prioridades identificadas desde el sector bancario; la elaboración y reforma de marcos normativos; los diálogos tripartitos (gobiernos, empresas, sociedad civil) en los cuales los bancos se han autodesignado como facilitadores para la negociación entre actores; la sustitución de regulaciones y principios para la protección de los derechos económicos, sociales, ambientales y culturales contenidas en tratados y convenios internacionales por débiles políticas institucionales; y la aplicación de “recetas” regionales sin atención a las particularidades de cada país (Garzón, 2010: 41).

De tal manera que en estas operaciones se delinea la manera en que se establece una relación entre diferentes actores y sus roles en el desarrollo de los diferentes ajustes verdes para definir y legitimar el mercado como principal forma de responder al cambio climático y alcanzar los objetivos del capitalismo verde en la ampliación de la matriz energética, un lavado verde del modelo extractivista y la implementación de una geopolítica del cambio climático que abra paso al capital transnacional para su entrada directa en aquellos territorios aun diversos y/o con un alto suministro de agua en la región latinoamericana.

El documento (*) consta de 4 secciones: Economía del cambio climático en América Latina, donde se abordan los fundamentos de las políticas de cambio climático; Desarrollo y cambio climático, en la cual se busca evidenciar la nueva dimensión que el desarrollo adquiere en su preocupación por el cambio climático; Estrategia del BID en cambio climático, donde se caracteriza la construcción del BID al respecto y los componentes de la estrategia; y Operaciones del BID en cambio climático: que muestra las reformas políticas en cambio climático, el fortalecimiento de la banca comercial y de desarrollo en el financiamiento climático, lavado verde del extractivismo y ampliación la matriz energética, y las organizaciones de la sociedad civil como agentes de mercado en la geopolítica del cambio climático.

Fuente: http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Cambio_Climatico/Capitalismo_verde._Una_mirada_a_la_estrategia_del_BID_en_cambio_climatico

 

Mas información: http://www.radiodelmar.cl/rdm_2012/index.php/component/content/article/90-noticias/318-potente-critica-a-qeconomia-verdeq-de-naciones-unidas.html

Programas de radio para escuchar en linea y descargar sobre este tema:

http://www.rosalux.org.ec/es/mediateca/audios/191-capitalismo-verde

El corazón del agronegocio sojero

Más de la mitad de la tierra cultivable en el país está poblada exclusivamente con soja transgénica y esto se explica por la alta rentabilidad proveniente de la demanda internacional

La ganancia generada por la soja beneficia sólo a las trasnacionales del agronegocio, grandes productores, empresas aceiteras, de biodiesel y de alimentos balanceados (juntos en la Sociedad Rural Argentina, las Confederaciones Rurales Argentinas, etc.) que concentran el 78% de las tierras, explotando la mano de obra rural que es la peor paga y la que enfrenta pésimas condiciones laborales (de los 1,3 millones que trabajan en el campo sólo 325 mil están en blanco). La concentración de tierras en pocas manos ha ocasionado que en los últimos 10 años la población excluída o expulsada por la fuerza termine migrando a las villas miseria de las ciudades.

En la resistencia a este modelo de monocultivo, contaminación y vulneración de la soberanía alimentaria y de los emprendimientos de pequeños productores, sobresale el accionar de los pueblos originarios y de los/as campesinos/as del Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero (MOCASE-VC), la Organización Campesina Unida del Norte de Córdoba (OCUNC),  la Asociación de Pequeños Productores del Noroeste Cordobés (APENOC), la Unión de Campesinos de Traslasierra (UCATRAS) y la Unión Campesina del Norte (UCAN) también en Córdoba,  y de las decenas de agrupaciones de vecinos/as organizados/as en contra de las fumigaciones, luchando colectivamente por generar otro modo de vida en los territorios a partir de la organización y la articulación de prácticas emancipatorias y de transformación.

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¿Movimiento Campesino en Argentina? (1er. trabajo exploratorio)

Debajo, detrás, incluso arriba o delante, pero no muy lejos, si rascamos un poco, asoman en casi todos nosotros las raíces de la tierra, los abuelos campesinos, los indígenas de América, de Europa, de Occidente, de Oriente, del mundo.

Primeras palabras
No invocaremos ningún espectro. Tampoco anunciaremos a un fantasma en su recorrido. Se trata de celebrar un retorno pero que es a la vez un nuevo retorno, reflejo de “infatigables espejos” que desde el tiempo proyectan la sombra de los abuelos, nunca muertos, sí dormidos.

Asistimos, hace algunas décadas, desde la vuelta de la democracia a esta parte, al resurgimiento de organizaciones de base en el medio rural argentino. Algunas se reconocen como campesinas y otras como parte de los pueblos originarios. Emergen en el espacio público, haciéndose visibles en las distintas provincias y a nivel nacional, comunidades campesinas y de distintos pueblos: kollas, mapuches, tobas, wichis, pilagá, mbya-guaraní, etc; a su vez cooperativas de producción o comercialización que se articulan entre sí conformando instancias de segundo grado (movimientos, federaciones, uniones, etc); también ligas de productores familiares; o bien asociaciones de hecho o grupos de agricultores; y ferias y otras formas organizativas de las poblaciones rurales.

Las tradicionales organizaciones del campo no logran absorber este movimiento, y aunque buscan aglutinar se encuentran desbordadas, como se hizo evidente en el último congreso de la Federación Agraria Argentina (FAA) que se realizó en julio de 2004 en la ciudad de Buenos Aires, con el nombre “Congreso Nacional y Latinoamericano sobre uso y tenencia de la tierra: Por una Agricultura con Agricultores. Tierra, Trabajo y Equidad, hacia un nuevo proyecto Nacional”. La FAA realizó una amplia convocatoria a nivel nacional donde lograron contar con la participación de un conjunto importante de organizaciones de base de las distintas provincias del país (cientos de organizaciones y miles de participantes de todo el país). La heterogeneidad era evidente, lo cual quedó en claro cuando cada región planteo sus conclusiones. Mientras las organizaciones del NOA y del NEA planteaban la necesidad de una “reforma agraria integral”, los voceros de las regiones vinculadas a la pampa húmeda colocaban el problema de las retenciones al agro. Allí -en el evento convocado por la FAA- estaban como invitadas muchas de las organizaciones de los pequeños y medianos productores, pero también de indígenas, campesinos y colonos (por ejemplo: estuvieron presentes desde el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha hasta el Movimiento Agrario Misionero) en lo que pareció ser un intento de enmarcamiento por parte de la casi centenaria institución. Sin embargo, este intento demostró ser apenas algo más que eso, a pesar de la masiva participación, los medios de comunicación realizaron un llamativo “vacío” que terminó silenciando el evento frente al resto de la sociedad, como si este nunca hubiera ocurrido; a la vez fue posible observar las tensiones y los debates en los talleres que pusieron en cuestión la convivencia de la heterogeneidad presente en el encuentro. A pesar del gran despliegue, ni a nivel de las organizaciones, ni frente a la sociedad en general, la FAA pareciera haber podido consolidar su posible rol como exclusiva “representante” de los agricultores familiares y las comunidades rurales.

En el presente documento se quiere hacer un primer acercamiento a la cuestión de la emergencia en la actualidad de organizaciones campesinas en Argentina, con discursos y acciones novedosas. El objetivo aquí es realizar un primer abordaje del problema, describiendo situaciones, mapeando el entramado de estos actores emergentes, presentando los principales ejes problemáticos. Claramente es un primer trabajo exploratorio, que forma parte de un trabajo más amplio para la tesis de doctorado que esta en sus comienzos.

Resurgimiento público
El contexto de emergencia de las organizaciones campesinas e indígenas se vincula con un conjunto amplio de procesos. Digamos en primer lugar que las acciones colectivas y la organización en el medio rural no es algo novedoso en sí mismo. No son nuevos los conflictos protagonizados por productores, así como no lo son tampoco los conflictos protagonizados por las comunidades que hoy se reivindican como parte de los pueblos originarios. Como antecedentes cabe mencionar los más destacados: los levantamientos indígenas en Salta y Jujuy a fines del siglo XIX, conocidos como la “Guerra de Quera”; la rebelión de los agricultores arrendatarios de Santa Fe y Buenos Aires que se bautizó con el nombre de “Grito de Alcorta” a principio del siglo XX y que daría origen a la FAA; las luchas de los pequeños productores y trabajadores rurales del algodón en Chaco y Formosa entre los años ‘20 y ’40 (1924, 1930 y 1936 fueron los años de mayor conflictualidad); o el “Malón de la Paz” que realizaron las comunidades kollas de Jujuy y Salta en 1946; y claro, en lo más inmediato, el antecedente de la experiencia en los años ‘70 de las Ligas Agrarias o Campesinas de Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones, y norte de Santa Fe. O sea, existe en Argentina, aunque invisibilizada, una vasta trayectoria de luchas en el campo. En este sentido, es innegable que las organizaciones actuales buscan referenciarse en una u otra experiencia, o bien apoyarse en organizaciones preexistentes, cuyo caso paradigmático es la FAA, aunque también puedan citarse otros ejemplos como el Movimiento Agrario Misionero, que surgido en los años ‘70 permanece actualmente activo, y ha sido pieza importante en la conformación de la Mesa Nacional de Productores Familiares, y de las “Ferias Francas” de Misiones.

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